20 Feb El viaje a Cuba comienza por Varadero
Ketty Fresneda nos cuenta sus aventuras en Varadero
Como la canción “Mi Tierra” de Gloria Estefan, mis raíces y mi amor por mi Cuba son más fuertes que la distancia. Soy cubana, propiamente habanera. El inicio de la historia de mi vida transcurrió en el barrio el Vedado. Por azares de la vida, el encuentro con el amor ha hecho de España mi segunda casa. En este artículo les contaré todo lo que pude descubrir en mi viaje a Cuba y mi paso por Varadero.
En España, mi pasión por la gastronomía ha encontrado el éxito, despertando en su totalidad la creatividad en mí. Pero la nostalgia y melancolía hacen que el retorno, aunque sea temporal, se convierta en una lluvia de alegría.
Antes de que iniciara para el mundo la pandemia del Covid-19, y sus consiguientes confinamientos y el responsable aislamiento social que vivimos hoy, en febrero fui invitada al Festival del Habano, uno de los elementos más representativos y emblemáticos de la cultura cubana. Y no me lo pensé dos veces. Acepté inmediatamente y comencé a preparar mi equipaje, junto al mejor compañero de viaje: mi esposo, quien me acompañó en mi viaje a Cuba y recordó junto a mí Varadero.
Días después, ya en el aire y tras un agotador vuelo de 9 horas desde España hasta Cuba, nada más pisar tierra, no desaprovechamos la ocasión para tomarnos un rico café nativo. Corto, fuerte, pero delicioso.
Alquilamos un coche y llegamos a La Habana. Obviamente no era una turista; era “hija de la casa”. Como si fueran espejos, me vi reflejada en muchos de mis compatriotas, en su mestizaje, en su cara de fiesta, en sus ritmos y bailes, y en su solidaridad que hacen cada día más grande a mi patria. Caminamos por sus calles, visitamos sus lugares más emblemáticos, saludé y compartí con los míos. En fin, volví al hogar.
Luego de cumplir con el compromiso formal por el que allí me encontraba, teníamos ganas de encontrarnos y disfrutar de la naturaleza. Siempre la playa ha sido mi predilección, y por ende decidimos pasarnos unos días solos en Varadero, antes de retornar a la Península Ibérica.
Este hermoso lugar se encuentra en la costa norte de Cuba, en la península de Hicacos, provincia de Matanza. Hoy por hoy uno de los lugares más visitados de mi amada isla, con 20 kilómetros de fina y blanca arena y aguas cristalinas. Este paraíso caribeño es sin lugar a dudas tan cubano como yo.
De Varadero no solo te enamora sus colores, su impresionante vegetación y sus abundantes especies marinas, o su espectacular infraestructura hotelera, y su rica gastronomía. Hay un sin número de cosas que descubrir para las que me faltarían más páginas para describirlas.
A partir de los años 90, el crecimiento hotelero en Varaderos ha sido descomunal. El turista tiene un abanico amplio de opciones de alta calidad para escoger. En lo particular a mi me gusta mucho cuando voy, instalarme en el Hotel Meliá Varadero, un todo incluido de categoría 5 estrellas, situado dentro del complejo Las Américas Resort.
Es verdaderamente un paraíso de bellos jardines con hermosas vistas al mar en el que se disfruta de la privacidad y un excelente servicio personalizado para el turista. Su lobby circular, del cual se destaca la luz natural tiene vista a una laguna artificial que puede apreciarse en su plenitud desde varios elevadores panorámicos. También os recomiendo vivir la experiencia de alquilar una casa allí, y así disfrutar del confort dentro de una atmósfera familiar.
Depende del gusto del turista que escoja este destino, pero para visitarle recomiendo que sea entre septiembre y octubre, así se evitan los golpes de calor, aunque yo particularmente he pasado varios finales de año con mi familia en Varadero y también se está de lujo.
Las excursiones son una pasada. Ir a La Habana es casi obligatorio. Otras que recomendaría por experiencia propia es la de Cayo Blanco, visitar diversas las diferentes cuevas que existen cerca de la zona. Es un clásico por ejemplo la Cueva de Saturno. El mundo submarino es toda una aventura que también invitó a no desaprovechar.
En mi maleta para este viaje no faltaron los coloridos bañadores, turbantes, pamelas y pañoletas. El look que me acompañó era el informal; pantalones cortos, faldas frescas, sandalias, bolsos tipo bandoleras, y camisetas con diseños muy originales.
Las noches en Varadero para nosotros eran el mejor bálsamo antes de terminar el día. Escuchar los ritmos de la isla, que viajan en todas direcciones, contagia al huésped más tímido nada más escucharlos.
Nosotros, en disfrute de la tranquilidad, lejos de los clubes y las discotecas, exploramos su inmenso y estrellado cielo, bailando y cantando de vez en cuando al compás de las olas, acompañados casi siempre de un refrescante mojito.
Durante mi estancia pude volver a probar las exquisiteces de la gastronomía cubana. Casi siempre, en cada experiencia culinaria cerraba los ojos, e inmediatamente me remontaba a la mesa de mi infancia y a sus inolvidables aromas.
Todos saben que esto de la pasión por los sabores me atrae. En este viaje se hizo inolvidable al paladar, una suculenta langosta a la plancha, aderezada con mantequilla. ¡Madre mía, qué deleite!
Durante todo nuestro viaje, logramos hacer muchas fotografías para intentar perpetuar estos momentos mágicos. En el último día Varadero, Cuba me regaló un hermoso amanecer. Mi momento preferido de la mañana. Me sentí diminuta ante la inmensidad del sol que me daba la bienvenida. Quería quedarme allí para siempre. Pero mi vida debía continuar.
Ya de vuelta al aeropuerto, justo antes de subir al avión, cerré mis ojos y susurré al viento: hasta luego mi amada Cuba… nos vemos en un próximo viaje a Varadero en Cuba.