14 Dic La banda sonora de una isla en diciembre: breve historia de las canciones dominicanas de Navidad
En República Dominicana, la Navidad no solo empieza con las luces que cuelgan de los balcones ni con los árboles que llenan los centros comerciales. Empieza con la programación radial de Cima sabor navideño. Desde principios de octubre un coro de voces se cuela desde cualquier casa, colmado o guagua del país. Las fiestas dominicanas tienen un sonido inconfundible: merengues que narran el regreso al hogar, villancicos tropicalizados y canciones que se han vuelto himnos afectivos, siempre más cercanos al fogón familiar que al espectáculo comercial.
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La historia de esta banda sonora es también la historia de un país que ha encontrado en la música una forma de expresar su identidad incluso en la temporada que, en teoría, debería ser de recogimiento. Pero en el Caribe, y en particular en la República Dominicana, la Navidad nunca ha sido sinónimo de silencio.
Del villancico europeo al merengue navideño
Como en el resto de América Latina, los primeros cantos navideños que llegaron a la isla tenían raíz española: villancicos religiosos interpretados en iglesias o escuelas, con letras centradas en el pesebre, los pastores y los reyes magos. Pero pronto comenzaron a mezclarse con ritmos locales y con la idiosincrasia del país. A mediados del siglo XX, la radio y los programas de variedades introdujeron versiones tropicalizadas de clásicos como “Campana sobre campana” y “Noche de Paz”, que se cantaban al ritmo del güiro y la tambora.
La música navideña dominicana también tiene raíces en ritmos tradicionales caribeños y latinoamericanos, influidos por el folclore puertorriqueño y colombiano pero reinterpretados con identidad propia.
Sin embargo, sería el merengue el que terminaría imponiéndose como protagonista de las fiestas. En los años 60 y 70, músicos como Johnny Ventura y Wilfrido Vargas empezaron a componer piezas que mezclaban humor, nostalgia y celebración. Temas como “Salsa pa’ tu lechón” —grabado por Ventura en 1972— se convirtieron en clásicos que mezclan humor, ritmo y referencias a la comida y las reuniones familiares típicas de diciembre. En esa misma línea están merengues que, aunque no mencionan explícitamente la Navidad, han terminado por vivirse como parte del repertorio decembrino: “Trulla navideña”, “Llegó Navidad” o la versión dominicana de “Esta Navidad” de Johnny Ventura son himnos que la radio, las fiestas de barrio y los encuentros familiares reproducen una y otra vez.
La irrupción de los clásicos que suenan cada diciembre
Si hay una canción que abre oficialmente la Navidad dominicana es “Llegó Juanita”, interpretada por Milly Quezada, la “Reina del Merengue”. Publicada en 1984, narra la historia de un personaje ficticio que vuelve al país con regalos y alegría. Juanita es migración, nostalgia y humor en un mismo personaje. No es casual: la canción surgió en pleno auge de la diáspora dominicana en Nueva York, y captó a la perfección el sentimiento de miles que volvían “con una funda e’ trapo y un corazón contento”, como dice la letra.
Pero Milly no fue la única en fijar los pilares del canon navideño. En la misma década, Johnny Ventura popularizó temas como “El Tabaco”, “El Cuabero” y versiones festivas que se convirtieron en himnos espontáneos. Su orquesta llenaba pistas de baile en diciembre con una energía que transformó la Navidad en una celebración esencialmente bailable.
Navidad en clave de pueblo: la música como refugio comunitario
Más allá de los éxitos radiales, la Navidad dominicana tiene un componente comunitario que permanece vivo incluso en las ciudades. En campos y barrios populares, todavía se escuchan que se mantienen al margen de la industria musical. En estas celebraciones, los instrumentos son los que haya: tamboras hechas en casa, botellas, güiras desgastadas. Son prácticas que, aunque discretas, forman parte de la memoria afectiva del país.
La música navideña funciona también como refugio ante la precariedad o la migración. En las últimas décadas, muchos dominicanos han encontrado en estas canciones un vínculo emocional fuerte con la isla. En Madrid, Nueva York o Santiago de Chile, los encuentros de la diáspora suelen comenzar con merengues navideños que saltan de un teléfono a un altavoz improvisado. A falta de un litoral caribeño, la música recrea el paisaje afectivo que se dejó atrás.
Una tradición que se renueva con nuevas generaciones
En los últimos años, artistas jóvenes han intentado reinterpretar el repertorio navideño, experimentando con fusiones que incluyen bachata, pop o música urbana. Aunque ninguna ha alcanzado todavía el nivel de himno de los clásicos ochenteros, muestran un interés creciente por mantener viva la tradición.
La industria, por su parte, ha encontrado en diciembre un periodo estratégico para lanzamientos nostálgicos o reediciones. Muchos artistas regraban clásicos con nuevos arreglos, mientras que emisoras y plataformas digitales crean listas específicas que alcanzan millones de reproducciones.
Tal es el caso del cantante Félix del Rosario, que en 2024 resurgió en las plataformas digitales un homenaje esencial: Félix Navidad: Merengues Navideños, un álbum que rescata canciones emblemáticas del maestro conocido como “el mago del merengue” y una figura clave para fijar el repertorio de la Navidad dominicana en la memoria colectiva.
Del Rosario, nacido en 1934 en San Francisco de Macorís y fallecido en 2012, dirigió la célebre orquesta Félix del Rosario y Sus Magos del Ritmo, cuyos cortes se convirtieron en parte del ADN navideño del país. Canciones como “Llegó Navidad”, “Cascabel”, “La Rosa Blanca”, “La Juma” y la profundamente emotiva “Navidad sin mi madre” son ejemplos de cómo el merengue navideño puede bailar y reflexionar al mismo tiempo.
La colección digitalizada es un viaje nostálgico que invita a revivir no solo el espíritu festivo, sino la conexión emocional entre música, memoria y familia. Se trata de una tradición sonora que atraviesa generaciones y que hoy se escucha tanto en pantallas modernas como en radios de carretera.
La Navidad como identidad
En un país donde la música acompaña casi todos los rituales –desde los velorios hasta las bodas–, no sorprende que diciembre haya construido su propia estética sonora. Las canciones navideñas dominicanas son, al final, un espejo de lo que es la isla: alegre y melancólica, ruidosa y profundamente comunitaria. Una tierra donde incluso los villancicos bailan.
Y cuando cada diciembre vuelve a sonar “Llegó Juanita”, no es solo una señal de que empieza la fiesta. Es la certeza de que, por un instante, todos los caminos vuelven a casa.

Portada: pintura «Bailando una Bachata de Marino Pérez en una Loma del Cibao» del pintor dominicano José Morillo
Instagram: https://www.instagram.com/jose_morillo_art/
Estudié periodismo, pero me interesan muchas otras cosas, por lo tanto, es una de mis tantas facetas. Nací en el Caribe, específicamente en República Dominicana, pero me considero una "antítesis caribeña". Me gusta la música, el arte y la cultura en general. Mi espíritu animal es Anthony Bourdain.










