Barranquilla

Barranquilla y Santa Marta el Caribe colombiano

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El fuerte sol tropical ilumina cielo, mar y selva con un destello fulgurante de blanco inmaculado que parece querer fundirlo todo. Junto a la carretera, se alternan puestos de venta de ceviche, cocos frescos y enormes racimos de plátano. Bajo los pórticos de las casas en los tranquilos pueblos, penden hamacas que estiradas bajo cuerpos que se ba- lancean en la sombra. Se escucha cumbia de alguna radio cercana, y las olas del mar próximo parecen moverse a su ritmo, coreadas por las frondas de las palmeras que se alinean junto a la costa. Sin duda, un viaje por la costa caribeña de Colombia se convierte en algo inolvidable…

Desde Cartagena de Indias podemos partir hacia el Este resiguiendo una costa llena de playas hermosas, fincas rurales y algunos de los lugares más importantes de la Historia del país. Incluso habrá la posibilidad de encontrarse con rincones singulares, como el volcán de lodo del Totumo, un cono de quince metros de altura en cuya cima encontraremos una piscina de barro natural que burbujea activamente. Dice la leyenda que antes el volcán escupía lava y humo, hasta que un cura que lo creía obra del diablo le tiró agua bendita y cambió la lava por lodo. Desde entonces es más seguro bañarse aquí, e incluso dicen que tomarse un baño aquí es beneficioso para la piel…

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Junto a la desembocadura del río Magdalena, la principal arteria fluvial del país, encontraremos la ciudad de Barranquilla. Famosa por su alegre y colorido carnaval, Barranquilla bien merece una buena parada para conocer algunos de sus monumentos, edificios y museos. El Teatro Amira de la Rosa, por ejemplo, es una buena muestra del estilo contemporáneo que se expande por la ciudad. Podremos apreciarlo también en otras obras, como la del Museo del Caribe. En su interior podremos conocer por qué la gente local se siente antes caribeña que colombiana, con ese amor por la cercanía de un mar que lo impregna todo en la región, desde la gastronomía o la música, hasta la forma de celebrar las cosas.

 

También encontramos ejemplos del estilo moderno, como la catedral de la ciudad, terminada en 1955. Pero también hay algunos edificios más antiguos, y uno de los más simbólicos es el que acogía al Museo Romántico. Entre las paredes de esta casa colonial se encontraban varias salas llenas de muebles de principios de siglo XX, antiguos gramófonos, una cocina de carbón, cuadros y fotos de la época e incluso una habitación entera dedicada a la figura de Gabriel García Márquez, que fue amigo del propietario, Alfredo de la Espriella, y a quien le dejó algunos documentos originales e incluso una máquina de escribir. En el museo también se guardan algunas cartas manuscritas por el mismo Simón Bolívar, el Libertador que consiguió realizar o inspirar la independencia de las actuales Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Venezuela.

Este gran padre de patrias nació en Caracas, Venezuela, pero acabó muriendo en Colombia, en la ciudad de Santa Marta, a solo un poco más de cien kilómetros al Este de Barranquilla.

 

En el centro de esa ciudad encontraremos la Quinta de San Pedro Alejandrino, un jardín tropical en el que maduran frutos olorosos y donde se pasean tranquilas las iguanas. Aquí tenía su finca el español Joaquín de Mier y Benítez, que acogió a Simón Bolívar después de que este dejara la presidencia de Gran Colombia entristecido por las disputas internas. Poco después de llegar a la finca moría Bolívar, el 17 de diciembre de 1830. En el edificio de la finca aún puede verse la habitación en la que murió, con la cama con dosel en la que dio el último suspiro a la una y tres minutos (como se lee en el reloj que aún cuelga de la pared). En el mismo recinto de la Quinta encontraremos el grandioso Altar de la Patria, un monumento alegórico en recuerdo del Libertador, enterrado en Caracas.

Podemos terminar este itinerario por la costa norte de Colombia visitando una de sus playas más famosas, la de El Rodadero. Justo en la línea de mar de Santa Marta, esta ancha franja de arena blanca está bañada por las aguas cálidas y transparentes del Caribe. Aquí llegó en 1501 el conquistador español Rodrigo de Bastidas, que fundó la ciudad de Santa Marta en 1525 atraído por la buena localización del lugar. Cerca de su monumento en la playa encontramos varias esculturas de los indígenas taironas que vivían anteriormente en la región y que aportaron a la nueva ciudad parte de su esencia actual.

 

Sentados bajo la sombra de tendales protectores en la playa, con los pies en contacto con la fina arena, podremos degustar todas las comidas que vendedores ambulantes nos van ofreciendo, desde cocos a raspados, mangos y manzanas, pasando por cócteles de camarón y pescado fresco. De tanto en tanto un chapuzón y, mientras, el horizonte azul del Caribe siempre delante…

Más información en www.jordicanal.com

 



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